Theodoro Valcárcel

Palabras de Edgar Valcárcel pronunciadas en representación de la familia en el concierto conmemorativo realizado en Puno el 19 de marzo de 1992

Conocí a Theodoro Valcárcel una lejana noche invernal puneña hace 52 años. Tuvimos el primer y único encuentro en una vieja y hoy desaparecida casona de la calle Tacna. Fui sentado ante el piano, luego de una velada musical hogareña, cuando quedé deslumbrado escuchando sus palabras y contemplando su imagen.

La aparición del artista me cautivó como un sueño y marcó huella indeleble en mi vocación musical.

Aquella noche interpreté para Theodoro algunas piezas del repertorio de concierto y al término de las aún tímidas versiones infantiles recibí de sus delicadas manos un sol de plata y, de su entrañable cariño, frases de estímulo y de proyecciones futuras que no olvido.

Desde entonces, en mi carrera profesional juvenil solo quedó el vago recuerdo y el casi indiferente propósito de descubrir su música. Lentamente, alentado por su ejemplar e infinito amor a Puno y por su dolorosa existencia en pos del verbo musical altiplánico, su vida y obra cobraron definitivo significado, cuando ya en edad madura alcancé y experimenté en carne propia la angustia existencial que caracterizó la soledad del artista puneño.

Theodoro fue el primer compositor que iluminó mi entrega a la música y, al mismo tiempo, el último maestro que enriqueció mi incansable búsqueda del conocimiento musical.

De su vida sólo quedan papeles pentagramados en casi total abandono. Las pocas obras editadas (Las Estampas del ballet Suray Surita, Las Cuatro Canciones Inkaicas y la Kachampa, publicadas en París y la última en Montevideo), significaron desesperados esfuerzos personales por sobrevivir con dignidad en el panorama internacional.

En 1986, gracias al auspicio del Patronato Popular y porvenir Pro Música Clásica, pude editar sus “31 Cantos del Alma Vernácula” y, meses más tarde, con el invalorable apoyo de la Corporación de Fomento y Promoción Social y Económica de Puno (CORPUNO), logramos con Virgilio Palacios incluir 3 obras en la Antología de Música Puneña el “HanacKama”, para coro; “Insenzo de fioritura”, obra pianística de juventud, y “En las ruinas del Templo del Sol”, reducción orquestal. Con ello y en acciones heroicas y también desesperadas, orientamos nuestros esfuerzos a mantener viva la llama de su existencia.

Hoy vemos con emoción cómo el país y el mundo rinden tributo a Vallejo; cómo meses atrás, se conmemora en el universo entero el bicentenario de la muerte de W. A. Mozart; y cómo, al igual que los casos anteriores, en esta hermosa noche se asiste con profunda emoción y con el testimonio indestructible de sus propias composiciones, al homenaje en memoria de lo acaecido hace cincuenta años a Theodoro Valcárcel.

Nuestro gran músico puede o no alcanzar la significación vallejiana o la genialidad mozartiana; lo importante es saber y reconocer que en nuestra propia dimensión telúrica manejó el lenguaje sonoro de una manera absolutamente genial, original y auténtica.

Para mí y para todos nosotros, ello significa remplazar aquel vago recuerdo y casi indiferente propósito de los años juveniles, por el inicio maduro hecho del palpitante contacto y definitivo entendimiento de su pasión altiplánica y maestría musical. Su legado es fuente de sabiduría y amor.

En su nombre, en el de sus parientes y en el del propio pueblo puneño al que tanto amó, doy las gracias a las más preclaras autoridades e instituciones que auspician este magno evento. Al Ing. Rodolfo Cuentas Collado y a Dante Cabanillas por las pacientes y difíciles coordinaciones musicales, y a todas las personas que brindaron su calurosa contribución, nuestro reconocimiento y profundo aprecio al rescatar el nombre de Theodoro desde aquella noche invernal lejana, en la que nos hablara presintiendo su temprana ausencia, y desde su breve paso por aquel amado y hoy imaginario rincón de la calle Tacna. Gracias a todos ustedes por evocarlo en esta luminosa  hora en que rescatamos su obra, inundando desde este escenario la sala universal de conciertos con la música encarnada en el fraterno abrazo de músicos puneños y artistas invitados venidos desde la distante capital.

Para terminar, escuchemos las palabras del historiador Luis E. Valcárcel pronunciadas en 1949 y encontremos un valioso testimonio que enmarca dramática y significativamente la personalidad del compositor Valcárcel:

“Theodoro era un artista puro, fuera del mundo de los intereses y de los convencionalismos. Vivía para la música. Desde niño su espíritu se enamoró de la belleza triste de la estepa puneña… De la nostalgia de aquel paisaje se alimentó el artista. El ritmo indio era su propio ritmo… Qué duro le fue luchar contra la incomprensión. Qué amargo el convencimiento del triunfo de la mezquindad… Gloria e infortunio, como siempre inseparables”. 

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THEODORO VALCÁRCEL EN FILARMONÍA

Serie de Autores Peruanos - "Theodoro Valcárcel", un programa a cargo de Teresa Guedes

Nota: Puede adquirir este programa a través de nuestro sello Musiciana, solicitándolos al teléfono 512-6161.

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