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Manuel Cuadros Barr comenta la nueva producción basada en la obra del artista plástico peruano José Tola
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6ta Temporada de Ópera en el Gran Teatro Nacional
En esta producción el Coro Nacional y la Orquesta Sinfónica Nacional se unieron para montar la ópera Fausto de Charles Gounod en la visión del artista José Tola

Para su presentación operística (la sexta desde 2012) de este año, el Ministerio de Cultura del Perú ha realizado un verdadero “Tour de Force” al seleccionar una de las justamente llamadas “Grandes Óperas” de todos los tiempos, como es la titulada “Fausto” de Charles Gounod, la cual exige el mayor despliegue de recursos en los campos de la música, el canto, la actuación, la escenografía, la arquitectura escénica, la danza, el vestuario, la iluminación, el conocimiento de la poesía mitológica, en fin, todo aquello que, reunido, satisface el concepto original de la “Camerata Fiorentina” que bautizó con el aparentemente simple nombre de “Ópera” (obra) a un género prácticamente indescriptible que ha seducido por varios siglos a los más preclaros creadores, estudiosos y espectadores, a pesar de las voces agoreras que porfiadamente han vaticinado su extinción. La Ópera ha sobrevivido a la glorificación y al naufragio, pero siempre a condición de renovarse en uno u otro de sus componentes y de ser a veces una “Sirena Obesa” (Onetti dixit) o en otras una abanderada de los más chirriantes experimentos del arte contemporáneo.

Pues bien, en el caso que nos ocupa, los responsables de esta versión del “Fausto” han optado acertadamente por respetar cuidadosamente los elementos originales del libreto y la música, introduciendo más bien una audaz pirotecnia visual y una economía escenográfica basadas en la obra y asesoramiento de un pintor peruano que, como José Tola, ha sostenido por largos años su derecho a expresarse en un lenguaje expresionista propio y a la vez universal que no deja por ello de ser familiar en lo que alude a otros artistas como Herzkowitz o los anónimos coloristas chimú. El resultado, en mi opinión es encantador y bienvenido. Particular mención para los “perros del infierno” que aportan mucho a la fusión entre lo demoníaco y lo humano.  En este punto quiero mencionar a Víctor García Sierra, quien no se ha limitado a lo que usualmente se conoce como "Regie" sino que se ha multiplicado para amalgamar el diseño y movilidad del escenario, el vestuario, la iluminación etc., logrando un todo completamente elogiable.

Ahora paso a ocuparme de la perfomance musical y empiezo por felicitar a la Orquesta, al Coro y a sus directores. Bravo! maestro Pagliari por su madurez y plena confiabilidad desde el foso, tan difícil de ejercer. De los cantantes principales, me permito distinguir a Svetla Krasteva por su bello y delicado registro que en los sobreagudos se lució particularmente. Hernán Iturralde de imponente presencia vocal y actoral en un rol que toca los extremos, aunque le habría pedido un punto de mayor “satanismo”. A César Gutiérrez le alabo la belleza del registro medio, pero le critico los pases a los largos sobreagudos que más de una vez hicieron temer al sostenerlos; también le pediría trabajar más su actitud corporal en momentos cruciales. El Valentín de Jorge Tello resultó una grata sorpresa, sobre todo en las partes más dramáticas.  De Siebel y Wagner a cargo de Josefina Brivio y Carlos Martínez, sólo cabe decir que con ellos no hay problema nunca y garantizan una cobertura impecable. Una pequeña alusión final para Bettina Victorero de grata presencia escénica y vocal en el rol de “Marta”… habrá que apreciarla en empeños mayores. En suma, vamos muy bien por este camino y esperemos que el Gran Teatro Nacional sea aprovechado en todas sus posibilidades por un público cada vez más convencido y atraído hacia eventos de esta y mayor categoría. 

Manuel Cuadros Barr

Ofrenda Musical
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