La Orquesta Sinfónica Nacional interpretó un programa dedicado al compositor ruso bajo la batuta de Carmen Moral en el Gran Teatro Nacional
FOTO: GRAN TEATRO NACIONAL
Una nota de nuestro amable colaborador
DAN PALOMINO
Muchas veces hemos oído la frase: “La música no se oye, se siente”, pero, ¿Cómo es posible sentir la música? Pues no es muy complicado.
Primero tenemos que entender qué es el sonido, el sonido es una sensación percibida por el oído al recibir variaciones de presión, las cuales son generadas por movimientos vibratorios. Es decir que lo que percibimos de los instrumentos son vibraciones que nos tocan, y podemos percibirlas no solo con el oído sino también en todo nuestro cuerpo.
Esta experiencia única de sentir la música por completo se puede experimentar exclusivamente cuando estás frente a un grupo de instrumentos en vivo, esto es algo que no se puede reproducir en unos parlantes o audífonos, por más potencia o volumen que tengan, la experiencia de la música en vivo es algo que la tecnología aún no ha logrado hacer.
Y esa experiencia es la que se vivió la noche del viernes 22 de Junio en el Gran Teatro Nacional, al sentir la música interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional, en el concierto dedicado al compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovski.
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Obertura-Fantasía Romeo y Julieta
Con una interpretación de la obertura-fantasia Romeo y Julieta que envolvió al público presente desde el inicio por la intensidad de la obra y el carácter de la orquesta, el concierto tuvo un inicio grandioso. La precisión de los músicos y la expresividad que logró la directora invitada para esta noche especial, la maestra Carmen Moral, fue el comienzo esperado. Se escuchó una orquesta muy compenetrada en la interpretación, dejándose guiar por la batuta de la estupenda directora, logrando así una gran ovación de los oyentes, lo que hacía suponer el inicio de una noche llena de mucha energía y buena música.
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Las Variaciones sobre un tema rococó
A continuación el público recibió con muchos aplausos al solista de la noche, en el violonchelo, Claudio Santos para interpretar las Variaciones sobre un tema rococó. La música dio inicio con una orquesta atenta a todas las indicaciones de la directora, las cuerdas muy precisas en el pizzicato, llegando al turno del solista que con mucha solemnidad dio inicio a su música, con una gran respiración que fue audible hasta los asientos más alejados del teatro, y durante toda su interpretación fue constante ese sonido producto de la respiración intensa del violonchelista, que más allá de contribuir a su interpretación, fue una distracción audible durante las primeras variaciones. La incomodidad del solista fue siendo más notoria a medida que la música iba avanzando, hasta llegar al final de una variación donde le pidió un momento a la directora antes de continuar, al parecer por unas molestias en sus brazos, luego de la cortísima pausa se continuo con la música pero con una más visible tensión en él, que lo llevó a soltar entre dientes un audible: “ya no puedo”, pero a pesar de esto continuando por varios segundos, hasta llegar a un punto donde se detuvo por completo luego de quejarse de un dolor intenso que parecía mostrar que no podría continuar con la obra, tratando de disculparse con el público, la directora y los demás músicos de la orquesta. Pidió continuar, pero obviando tocar algunas variaciones, la directora decidió continuar en la sexta variación. Ya con poca intención, y perdiendo la afinación en varios pasajes, se podía escuchar como si tuviéramos al frente a una gran orquesta con un solista amateur y con poca experiencia. Culminando con una sensación de estrepito y apuro la obra entre aplausos del público apenado e incluso decepcionado por lo sucedido, dando paso a un intermedio.
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La Sinfonía Nº 4
Terminado el intermedio, nos esperaba el plato fuerte de la noche, la sinfonía n°4. Compuesta entre los años 1877 y 1878, estructurada en los tradicionales cuatro movimientos:
1)Andante Sostenuto – Moderato con Anima – Moderato assai, quasi Andante – Allegro Vivo
2)Andantino in modo di canzona
3)Scherzo: Pizzicato ostinato – Allegro
4)Finale: Allegro con fuoco
Volviendo a la majestuosidad con la que interpretaron la obertura-fantasía Romeo y Julieta, la interpretación de la Sinfonía n°4, fue sublime, con la intención correcta de cada movimiento, luciéndose cada sección adecuadamente y siempre siguiendo las indicaciones de la maestra que dirigía la música con mucha solvencia. Con un final muy aplaudido por todos por un largo período de tiempo, merecida la ovación brindada por la calidad de la orquesta y el impecable trabajo de la directora a cargo.
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Cabe mencionar también que los programas de mano se agotaron rápidamente y mucha gente no pudo obtener uno, como yo, que luego de recorrer cada piso del teatro pidiendo al personal de sala si todavía tenían algún programa, tuve que volver a mi lugar con la frustración de no haber conseguido uno de estos.
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Sobre la directora
Carmen Moral fue la primera mujer en convertirse en Directora Titular de una orquesta sinfónica en América Latina: la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú. Fue seleccionada para el puesto por medio de un concurso en donde fue la única mujer participante. Desde entonces varias orquestas le han confiado la tarea de Directora Titular, tales como la Orquesta Filarmónica de Bogotá (Colombia), La Primera Orquesta de Cámara de Mujeres de Austria (Viena), La Orquesta Sinfónica de la Universidad Mimar Sinan (Estambul) y por segunda vez la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú.
Sus principales maestros de dirección fueron Ionel Perlea del Metropolitan Opera House de Nueva York y Laszlo Halasz uno de los fundadores del New York City Opera.
Posee los grados de Master de Manhattan School of Music y la Universidad de Columbia (Nueva York) así como un Master y un DEA de la Universidad Sorbona (París).
Carmen Moral es Directora Emérita de la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú y Gran Oficial de la Orden al Mérito Ciudad de Bogotá.